Septiembre de 1989

Es mi primer día de clase en el nuevo colegio. A pesar de mis intentos nada ha hecho cambiar de opinión a mi familia. A saber qué tipo de gente me encuentro en ese colegio de pijos. Muy inteligentes seguro que no, las pruebas de acceso las pasaría un caimán.

1) Completa la serie: 1,2,3, ?, 5,6.

2) ¿Cuál de estas palabras no debería estar en la siguiente lista?

Amor, paz, cariño, fimosis, concordia.

Segundo punto que no me gusta: Hay que llevar uniforme.

¡Uniforme! ¡Pero si estamos entrando en los noventa!

Lo peor de todo es que tengo que llevar corbata. ¡Corbata! ¡Si acabo de cumplir 13 años por el amor de Dios! Odio la corbata, odio el uniforme y me pongo a llorar pensando en lo bien que siempre (un mes) me ha quedado con mi camisa larga desabotonada con camiseta por debajo. Todo muy estilo Kirk Cameron. Ni siquiera me podré poner los J. Hayber salvo en clase de gimnasia. Un desastre absoluto.

Kirk Cameron posa antes de la grabación del anuncio de Micolor

Lo que no sabía es que ese año se produciría un gran cambio en mi vida. No por el hecho de cambiar de colegio sino por haber cumplido trece años. Ahí empieza la pubertad y es cuando uno tiene que:

Ser guay o morir.

En mi nueva clase se formaron varios grupos desde el primer momento.

Los guays: Ya salen de noche, no hasta muy tarde, pero salen. Beben a escondidas, fuman a escondidas y ya empiezan a arrimar la cebolleta.

Los del baloncesto: En plena fiebre de la NBA lo que les mola es hacer mates, discutir, meter triples y amar ese juego. Yo mido 1,51 como mucho. Soy casi un enano. Gracias a Dios en mi clase hay dos casi pigmeos.

Los chapones: Se sientan tranquilos en grupos de dos (tres a lo sumo) y miran como juegan los del basket. A veces se arman de valor y piden tímidamente si podrían  jugar, pero un buen balonazo en la cara acaba con sus absurdas pretensiones, dicho balonazo siempre es sin querer pero parece adrede.

Nota del autor: Esta división es la misma para las niñas, simplemente hay que cambiar basket por brilé.

Uno de los cabecillas de los guays era hijo de médico, como yo. Es más, incluso había algo de Efecto Auster entre nosotros ya que nuestros padres habían estudiado juntos en Santiago. A mí me parecía el más guay de todos. Además era repetidor así que a mis ojos era un tipo peligroso y molón. Él me enseñó algunas de las reglas que jamás puedes quebrantar si quieres ser guay.

1) Jamás preguntar «si puedes ir».

─Oye Manu, ¿qué vais a hacer tú y Andrés en el recreo? 

Vamos al banquito del fondo.

Jo, qué planazo macho. ¿Puedo ir?

─¿Pero por qué me preguntas tío? No, no puedes…claro que puedes hombre, pero no me preguntes, ven y punto.

Mi amigo nunca vocalizó muy bien al hablar. Así que en realidad sus frases sonaban así:

─¿Propoqué meguntas tío? Nonopuedes, ¡claroder! pronoguntes venyunto.

Puede que  en realidad  me dijese que no fuera, pero yo  entendía lo otro y me acoplaba.

2) Salir el fin de semana

Mis padres no me dejaron salir hasta los 16 o 17 años y mis amigos salían desde los 12. Las relaciones que se fraguaban en clase se limaban fuera y yo me quedé atrás sin remisión. En el recreo del lunes los guays intercambiaban y recordaban sus vivencias del fin de semana.

Machote 1: Jo, macho, qué risa el sábado ¿eh? Me líe con Fulanita a las seis y a las ocho con Menganita. 

Machote 2: ¡No jodas! ¡Pues yo me lié con Menganita a las seis y con Fulanita a las ocho! ¡Qué casualidad! ¿Y tu Antón qué? ¿Qué tal tu fin de semana?

─¡Guay tíos! Vi Sensación de Vivir, el capítulo en el que Brenda baila en el Peach Pit ¿sabéis cuál os digo no?, pero bueno… ya lo había visto la verdad, y después por la tarde estuve jugando al fútbol en mi casa.

Machote 3: ¿Con quien?

─Con la pared. 

Silencio incómodo.

3) ¡Ojo con la música!

La música ha definido durante generaciones la personalidad de millones de adolescentes en todo el mundo. En más de una ocasión «eso que escuchas» sirve para llevarte a un grupo o al otro, y eso te marcará de por vida. Cuando eres niño no importa, pero con 13 ó 14 es mejor tener cuidado.

Hay que tomar nota que finales de los ochenta y principios de los noventa fue una época especialmente dura para vivir el cambio hormonal. A mí en la adolescencia me dio por bailar así que todo lo que tuviese coreografía me molaba: Michael Jackson, Milli Vanilli, New Kids on the Block, Vanilla Ice. Hasta me compré el disco de Kriss Kross.

Fueron mis horas más bajas. Lo reconozco, pero las recuerdo con cariño.

¿Vosotros fuisteis guays? ¡Qué suerte!

Salud hermanos.

Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.