Algo tienen las películas de los ochenta que siguen atrapando a toda mi generación. Es algo muy parecido a la magia, o quizás solo son pequeñas máquinas del tiempo que nos transportan de forma inmediata a nuestra infancia. Regreso al futuro (1985), La Jungla de Cristal (1987), Gremlins (1984) o Cazafantasmas (1984) la verdad es que crecer en los ochenta fue muy divertido y enriquecedor. Ya no se hacen películas educativa y familaires como Rambo III (1989) o Karate Kid (1984).
Pero de entre todas ellas hay una que es a nuestra infancia—la de aquellos que nos educamos en EGB— lo que Maradona a la selección de Argentina.
Los Goonies
El mundo se divide en dos tipos de personas: los que la han visto de niños (y la adoran) y los que nunca la verán aunque la hayan visto de mayores. Me explico. Si no has visto Los Goonies (1985) de niño ya nunca la podrás ver. Aunque te la pongas ahora mismo. Nunca la verás. Este fenómeno es lo que se conoce como El Efecto Torrebruno (ver aquí descripción del fenómeno).
Si la has disfrutado de niño ¡enhorabuena!. Pero en caso contrario mejor no lo menciones en público. De hecho, hay una frase tabú que no deberías pronunciar jamás, bajo ningún concepto, más si en la habitación se dan cita un grupo de personas de entre 40 y 45 años. Es importante que llegados a este punto anotes en un papel las siguientes palabras, te las grabes a fuego en la memoria y no las repitas nunca. Hay gente que ha pasado por alto esta advertencia y su vida no ha sido la misma desde entonces.
En 2017, Román Blanco Piay, de 42 años e ingeniero informático de profesión, lo comentó en un pincho afterwork con sus compañeros de trabajo. Román llevaba apenas tres semanas en la empresa y las vibraciones con el resto de empleados podrían definirse, hasta ese momento, como muy buenas. En la segunda caña la conversación derivó en series y de aquí al cine de los ochenta.
-—Pues yo NO he visto Los Goonies.
Las cabezas de sus compañeros se giraron, acusadoras, hacia él.
—¿Cómo que no has visto Los Goonies?—le espetaron Javier y Luis un tanto incómodos.
—Pues no, la verdad es que no—insistió Román. Bien. Román insiste, por tanto, se merece la mierda que le pase en tu vacía, patética y lastimera existencia.
—En serio, no la he visto—dice cada vez más acobardado mientras su falsa y nerviosa sonrisa le delata. Está más perdido que Chester Copperpot. Ajeno a la vida interior y al código de honor que todo Goonie que se precie, Román remata la jugada.
—Pero si es una puta peli para niños—osa concluir con desprecio.
Momento de reflexión.
Podéis negar con la cabeza como lo hice yo cuando me contaron la historia. El silencio se volvió tan denso que casi se podía respirar. Además, la palabra puta y la palabra niño jamás deberían ir en la misma frase; salvo cuando en la playa un crío te salpica con agua helada en la espalda. En este caso el artículo 126 del Código Goonie sí autoriza a manifestar lo siguiente: «Me cago en tu puta madre, niño» o su variación «Niño, me cago en tu puta madre».
Tecnicismos aparte: Román nunca llegó a encajar en la empresa y se convirtió en el tío raro al que todos tratan de evitar.
No hagáis como Román.
¡Ay los Goonies! Data, Gordi, Bocazas, Brand, Mickey, Stef y Andy. Ellos siguen ahí, los muy cabrones; no envejecen, siempre con la misma ropa, con la misma naturalidad y con las mismas ganas de encontrar a Willy (silencio) El (silencio) Tuerto (silencio de nuevo). Cuando los conocí por primera vez, tenían mi edad, puede que incluso fuesen algo más mayores y ahora veo como año tras año yo me hago mayor y ellos más pequeños. Es la magia del cine. O la maldición. Según se mire.
Me pasa lo mismo con Pamela Anderson. Cada vez la veo más joven. Me viene a la mente una alegre tonada de Siniestro Total.
En definitiva, si tuviste la suerte de verla de pequeño y corriste al desván a ver si había suerte y te topabas con un mapa del tesoro te felicito. Siempre podrás volver a recuperar esa sensación. Solo tienes que darle a play y volverás a tener ocho, nueve o diez años. Pero con 20 ó 30 eso es ya imposible.
Yo ya tengo 43 y todavía no he encontrado el tesoro.
No tengo ni el mapa.
Saludos.
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Y la canción ochentera de hoy es:
Got my mind set on you (1987) de George Harrison publicada el 12 de octubre de 1987. Llegó al número 1.
Ironía: Harrison es uno de los grandes compositores de la historia del rock. Pues esta no era suya.