Estimado lector:
Estudié en un colegio de curas hasta los 13 años y lo único que saqué en claro es que Dios creo los recreos para jugar al fútbol.
¡Y pobre de aquel que cuando sonaba la sirena no invadiese el campo como un miura febril! Ese estaba sentenciado todo el trimestre cuando menos. Los que no perdían el culo por jugar eran raros o gordos severos. Es cruel, lo sé, pero es la realidad. Son datos históricos. En EGB no existía la figura del ofendidito. A los gordos les llamaban por su nombre, que no era otro que «gordo» o incluso «gordo de mierda» si se terciaba la ocasión y era procedente; el bajito era un «enano» o «puto enano»—dependiendo de su grado de simpatía—; al cabezón no se le permitía olvidar ni por un segundo el tamaño de su chola y si algún compañero de clase tenía problemas de adaptación pues ese era apodado cariñosamente «burro». Y no se hable más.
Y es que los niños serán el futuro y todo lo que queráis, pero en general son unos cabrones sin corazón. Para contaros esta historia en condiciones necesito que viajemos hacia atrás en el tiempo.
Febrero de 1985
FASE I. LA PREPARACIÓN
Los últimos diez minutos de clase previos al recreo se destinan a fraguar clandestinamente la letra pequeña y las alineaciones del partido. Vivimos acechados permanentemente por curas así que no enfrentamos a una empresa arriesgada. Muy arriesgada. Los hombres de Dios son unos tipos más listos que el Diablo; poseen un fino radar calibrado a la perfección para soltar hostias no sacramentales con fuerza, presteza y precisión. La Santísima Trinidad de las hostias. Soplamocos afinados a la micra. A pesar de ser un colegio religioso, solo rezo cuando ellos pasan por mi lado. Como ahora. Solo espero que pase de largo y…
HOSTIA QUE TE CRIÓ Nº9 DEL PRESENTE CURSO
Me ha caído. Hoy me ha tocado. Me quema la cara. Me cago en la &%&$ por primera vez en mi vida. Qué ironía. La verdad que no fallan una. Mejor andarse con ojo para la próxima. Dejamos de discutir de fútbol y volvemos a los ríos y afluentes.
FASE II. TIPOS DE PARTIDO
Ya en el patio, y una vez superado el escollo de la planificación, los capitanes eligen entre dos posibles formatos de partido. Véase
a) Real Madrid-F.C. Barcelona: Un clásico. Nunca mejor dicho. No tengo muy claro de qué equipo soy, así que dependo del día y de las necesidades del encuentro. A veces milito en las filas blaugranas y en otras ocasiones pongo mis servicios a disposición de los merengues. No hay problema. Soy un mercenario. Creo un precedente. Poco después Schuster me robaría la idea. Unos quieren ser Alexanco, Carrasco y otros Butragueño o Valdano. Estos partidos se caracterizan por los piques y siempre acaban en lloros y con los ganadores humillando a los perdedores.
b) Los de A contra los de B: Somos 43 por clase; es decir 86 chicos. 172 huevecillos botando en el campo de fútbol (algunos raros juegan al baloncesto que se está poniendo de moda). A contra B era lo más parecido a una batalla campal. Incontrolable y trágica. Solo lo más granado de cada aula podía acceder al derby.
c) Mejores contra peores: Así como suena. Y ancha es Castilla. Si la cuestión, como queda reflejado, es humillar desde el principio, no puedo imaginar un escenario mejor. Objetivo conseguido. Aquí también me debato entre dos mundos. No soy Hugo Sánchez de acuerdo, pero tampoco un paquete. Soy un gris. Así que me utilizan a su antojo. Nunca me han valorado. Soy un gran delantero y poseo un regate espectacular. Alguien decide que hoy voy con los peores. Me paso la mitad del partido intentando esquivarme.
Entre los peores están mi amigo Tomás El cuatro ojos, un par de gordos, el marica de la clase, dos enanos, uno de ellos, en realidad, es técnicamente un puto enano y yo. Al de la cabeza superlativa se lo han quedado los mejores porque dicen que va muy bien en los córners. Los autoproclamados mejores se dan cuenta rápidamente, que jugar contra los peores resulta bueno para su ego, pero un poco aburrido. 9-0 en diez minutos. Tras reunirse en corro de emergencia deciden salpimentar a los paquetes con algún mejor para así dar un poco de alegría al evento. El experimento resulta un éxito. Todos felices. Los mejores se divierten más y continúan ganando mientras que los peores se creen más competitivos y también saborean mejor sus palizas.
La sirena aulla como poseída por el demonio y nosotros ponemos fin a nuestra guerra sociofutbolística. En el fondo todos nos llevamos muy bien y somos una piña.
Menos el gordo de mierda.
Vuelvo al año 2020. Qué lejos quedan esos tiempos. Qué cabrones fuimos. Cuánto os echo de menos, amigos.
Saludos.
Y la canción ochentera de hoy es: